Carlos González – pediatra, escritor, fundador y presidente de ACPAM (Asociación Catalana Pro Lactancia Materna). Desde esta asociación ha dirigido e impartido docencia en más de 100 cursos sobre lactancia materna para profesionales de la salud.
He tenido suerte de poder entrevistar a una magnífica persona – Carlos González.
En el 1999 Ud. escribió su primer libro “Mi niño no me come”, que realmente se consideró un gran éxito. ¿Cómo le surgió la idea de escribir?
– Veía a centenares de madres que acudían al médico muy preocupadas, algunas realmente angustiadas, porque sus niños no comían. Niños sanos, bien nutridos, felices (salvo a la hora de comer, que se convertía en un infierno de gritos y llantos). Los médicos tenemos mucha parte de culpa, pues durante años hemos recomendado unas cantidades de comida muy superiores a las que el niño necesita. El resultado: una grave epidemia de obesidad infantil, y la comida convertida en un campo de batalla.
En una de sus conferencias Ud. dice que no es importante ¿qué come el niño? sino ¿qué aprende? ¿Qué significa esto exactamente?
— Hay quien cree erróneamente que al niño se le dan otros alimentos además del pecho (o del biberón) porque ahora es grande y necesita una dieta peor. Pero es justo al revés. Es el recién nacido el que necesita una dieta perfecta, sólo puede tomar o leche materna o una formula especialmente preparada para parecerse un poco a la leche materna. A partir de los seis meses, como crecen más despacio, ya no necesitan una dieta perfecta. Pueden empezar a comer una dieta peor, no sólo leche materna sino también otros alimentos menos nutritivos. El objetivo es que aprendan a comer de forma normal., porque no se puede tomar el pecho toda la vida. ¿Cómo queremos que coman nuestros hijos cuando tengan veinte años, ocho años, dos años? ¿Queremos que coman productos especiales comprados en la farmacia, o purés que nadie más come, y tener que darles nosotros la comida haciendo el avión con la cuchara y distrayéndolos con la televisión, o queremos que coman macarrones y lentejas y estofado o lo que sea que suelen comer en Rusia, y que coman ellos solos, con su propia mano o su propio tenedor, masticando y tragando? Pues lo que queramos conseguir, eso es lo que les tenemos que enseñar. El bebé de ocho meses que agarra un trozo de pan o de pollo y se lo lleva a la boca está avanzando hacia el objetivo correcto; el que le enchufan 200 ml de puré de verdura va en dirección contraria; no ha aprendido a llevarse la comida a la boca, ni a masticar, ni a tragar, ni a notar la diferencia de sabor entre distintos alimentos, y encima está peor alimentado, porque se llena la barriga de verdura y no le cabe la leche, así que toma pocas proteínas, poco calcio, pocas grasas, pocas vitaminas…
Normalmente es la mujer quien decide si dar el pecho o no a su bebé. ¿Y los derechos de los bebés, que deben ser amamantados? ¿No cuentan?
— ¿Cómo podrían contar? Primero, los bebés no hablan; ¿quién se arrogaría el papel de portavoz? Yo creo que es cada madre la que intenta siempre hacer lo mejor para su hijo, con los medios que tiene y con la información que tiene.
Según el Instituto Nacional de Estadística, en España tan sólo el 28% de los bebés de seis meses reciben lactancia materna. Si hablamos de Rusia, los datos no varían mucho: 41% de los bebés de 3 meses reciben la leche materna, a los 6 meses el porcentaje disminuye. ¿Por qué tenemos las cifras tan bajas sabiendo todos los beneficios que aporta la lactancia materna tanto para el bebé como para la madre?
— Al menos en España, esas cifras son espectacularmente altas. Hace unas décadas, a los seis meses no había ni un 10% de lactancia. Las causas fueron muchas: malas prácticas en los hospitales, poca formación de los profesionales, mala información, mucha publicidad de biberones y sucedáneos… Pero ahora la lactancia está aumentando, gracias a la movilización de las madres, que se han informacio y han creado numerosos grupos de apoyo a la lactancia, y al renovado interés de muchos profesionale,s que se han formado y han cambiado los hospitales.
Ud. es el fundador y presidente de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna. Que diría a las mujeres embarazadas que quieren amamantar a sus bebés pero tienen miedos y preocupaciones de no poder hacerlo por tener poca leche o de que su leche sea de “mala calidad”.
— Casi todas las mujeres pueden dar el pecho. Pero necesitan información y apoyo (que antes prestaban las abuelas, que eran expertas pues todas habían dado el pecho a varios hijos) y algunas necesitan ayuda profesional con diversos problemas. Creo que lo importante es informarse y acudir a grupos de apoyo a la lactancia (¿hay en Rusia?)
Es partidario de la crianza con apego — ¿Podemos decir que este tipo de crianza es la base para crear a nuestro hijo de una manera correcta?
— Yo no diría “crianza con apego”, porque precisamente la teoría del apego lo que dice es que todos los niños tienen apego. Simplemente lo que recomiendo es no tener miedo a demostrarles a nuestros hijos lo mucho que les queremos. Si un amigo mío llora, ¿le escucho, le consuelo, le abrazo, intento ayudarle, o le digo que se calle, que está muy feo cuando llora, que no me moleste? Y si en vez de un amigo es un hijo, ¿qué haré, cuando llore?
¿Qué es “el apego seguro” de un bebé? ¿Cuando y cómo se desarrolla?
— El apego se desarrolla a lo largo del primer año (más o menos). El niño desarrolla un apego seguro cuando su cuidador primario (normalmente su madre) le atiende y le consuela; cuando sabe que si llora será confortado y si pide algo será atendido.
Ojo, no es lo mismo “atenderle” que “darle lo que pide”. Si un niño pide un caramelo, a lo mejor se lo damos, a lo mejor no. Depende de nuestras opiniones sobre los caramelos, de si ya ha comido varios o bien hace muchos días que no come ninguno… Pero tanto si le damos el caramelo como si no, podemos atenderle o podemos no atenderle. Si le damos el caramelo, podemos hacerlo diciendo “toma, hijo, toma el caramelo”, o “ya está bien, eres un malcriado, siempre con caprichos, toma el caramelo y calla de una vez”. Y si no le damos el caramelo, podemos hacerlo diciendo “me tiene harta, siempre pidiendo caramelos, como no dejes de dar la lata te voy a castigar” o “no, hijo, un caramelo no, que son malos para los dientes. Si quieres, te doy fruta. ¿O prefieres que te cuente un cuento?”
De modo que lo importante no es si le damos el caramelo o no; sino si lo tratamos con cariño y respeto.
En sus conferencias, hablando de los límites, Ud. dice que damos muchas órdenes y prohibiciones a nuestros hijos. ¿Realmente son muchas y que consecuencias podemos tener al ponerles tantas prohibiciones?
— En España se dice que los niños tienen una “edad del no”, en que se pasan el rato diciendo “no”. ¿Dónde habrán aprendido esa palabra? ¿Por qué no hay una “edad de la flor” o una “edad de la mesa” ¿No será que “no” es la palabra que más oyen a lo largo del día? “No grites, no empujes, no te sientes ahí, no pises los charcos, no te metas el dedo en la nariz, no pongas esa cara, no toques eso…”
Los problemas, pienso, son dos. Primero, no es agradable. No nos gustaría que nuestro marido o nuestra esposa nos tratase así, o que nos estuvieran dando órdenes y gritos todo el rato en el trabajo ni en ningún otro sitio. Segundo, creo que la autoridad se gasta: si das miles de órdenes sin sentido y sin importancia, cuando algún día tengas que decir algo realmente importante, ¿te quedará autoridad, o tu hijo se habrá acostumbrado a que “papá habla mucho, pero no hace falta hacerle caso”?
¿Qué ocurre si una vez ya dicho “no” cedemos? ¿Tenemos que estar firme hasta final, para no mostrar nuestra debilidad, o, tal vez, podemos ceder?
— Pues claro que podemos ceder. Los gobiernos democráticos ceden, y al hacerlo no pierden autoridad, sino que la ganan. Incluso un asesino condenado tiene derecho a recurrir al tribunal supremo.
Se trata de comportarse como personas razonables, igual que haríamos con un adulto (¿o es que nunca cedemos a las peticiones de parientes y amigos?) Si un niño intenta beber lejía, no le podemos dejar. Aunque llore, aunque tenga una rabieta. Un padre que deja a su hijo beber lejía “porque lloraba mucho” no es un padre permisivo, sino un idiota. Pero si el niño no intenta beber lejía, sino que sólo quiere un caramelo, o jugar unos minutos más, y llora desesperado, el padre que se pone en plan “a dios pongo por testigo de que mientras yo viva este niño no comerá ni un caramelo”, ¿no sería igual de idiota? No podemos responder igual a situaciones que son muy distintas.
Todos los padres han escuchado la frase “¡lo vas a malcriar!”¿Qué significa “malcriar a un niño” según su punto de vista?
— “Malcriar” es “criar mal”. Malcriar es pegar, insultar, ignorar, maltratar a un niño.
¿Ud., como el autor de 8 libros dedicados a los temas de los niños, nos puede decir qué se necesita para criar a un hijo correctamente?
— Pasar tiempo con él, quererlo mucho y no tener miedo a demostrárselo.
Libros de Carlos González:
- Mi niño no me come, 1999
- Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor, 2003
- Manual práctico de lactancia materna, 2004
- Un regalo para toda la vida, guía de lactancia materna, 2007
- Entre tu pediatra y tú, 2010
- En defensa de las vacunas, 2011
- Creciendo juntos, 2013
Entrevista realizada por Natalya Shevtsova,
Traductora-intérprete de ruso en Barcelona